Demuestro que la selección natural manda en los negocios.
La selección natural establece la supervivencia del más apto.
Entonces, los individuos menos aptos o más débiles perecen.
Esto mismo aplica en el mundo de los negocios.
Ahí no existe justicia divina ni ley universal dictada por la ministra de igualdad.
Los buenos negocios perviven, los malos negocios mueren.
Ahora bien…
Un buen negocio de membresía no es el que tiene el logo más grande.
Ni el que cobra más barato que su competencia.
Ni el que publica cantidades obscenas de contenido todas las semanas.
Ni mucho menos el que vende sin vender, no sea que ofenda a su parroquia.
Un buen negocio de membresía es el que sabe venderse.
Naturalmente, ese negocio debe solucionar un problema concreto ofreciendo un buen producto a sus clientes.
Si no lo hace, solo venderá una vez.
Y si un negocio solo vende una vez, no es recurrente ni es de membresía.
Sin embargo, venderse, debe saber hacerlo. Y muy bien.
¿Problema?
Que la mayoría de negocios de membresía perecen por ser poco aptos.
Mueren por ser débiles.
Ojo, no hablo de malos proyectos o de ideas vacías.
Es más, muchos de los negocios que desaparecen tenían, sobre el papel, grandes posibilidades de triunfar.
Sin embargo, cometer los errores típicos los condenó a la más absoluta extinción.
Esto se ve mucho en los negocios de membresía.
Existen una serie de errores, que todos cometen en mayor o menor medida.
Todos, yo incluido.
Entonces, la selección natural hace su trabajo.
Los que son fuertes y capaces de adaptarse, sobreviven.
Todos los demás, mueren.
Por cierto, tengo una lista de correo.
Todos los días escribo un email con consejos sobre negocios de membresía.
Si tú también quieres recibirlos, déjame aquí debajo tu email y te los mando: