“Eres un cansino si te fuera tan bien como dices no tendrías la necesidad de vendernos todos los día tus cursos por email, mentiroso”
—Oswaldo C, ex-suscriptor de la newsletter
Digo ex, porque él mismo se autoextraditó de la lista.
Yo jamás doy de baja a nadie: cada uno es adulto para entrar y salir cuándo quiera.
A ver.
Nada en contra de que no haya semana que no reciba opiniones no solicitadas de personas que jamás han comprado mis formaciones ni contratado mis servicios.
Pero esta me pareció especialmente interesante, por eso te la traigo hoy.
Entonces, según este lince de los negocios, si me fuera tan bien no vendería a diario.
¿Cuál es el fallo de esta apreciación?
- ¿Que lo que vendo no son cursos, sino mi membresía?
- ¿Que no soy cansino?
- ¿Que tampoco soy mentiroso?
Todas esas respuestas podrían ser ciertas.
Pero voy más allá.
(Atiende que aquí viene una lección de negocio que no te contarán en el curso de 4.997€ del marketero pajero ese):
No es que me vaya bien y entonces venda mi membresía cada día.
Es que vendo mi membresía cada día y por eso me va bien.
No es lo mismo.
Lo mismo pasa con la mentalidad:
No se trata de esperar a que te vaya bien para tener una mentalidad de abundancia.
Es que tener esa mentalidad de abundancia hace que te vaya bien.
Y cuándo entiendes ese sutil detalle, todo cambia.
Con las membresías, lo mismo:
No se trata de lanzar bien tu membresía cuándo te vaya muy bien.
Es que lanzar bien tu membresía provocará que te vaya muy bien.
Eso sí, con una salvedad:
Tienes que hacerlo bien. Y muy poca gente sabe hacer eso.
Me refiero, a que si estás montando una membresía, o si ya tienes una en marcha y quieres cambiarla en profundidad, necesitas plantear un buen lanzamiento.
Un lanzamiento cojonudo que impregne la mente y el corazón de tu cliente.
Necesitas meterte en sus entrañas para que no le quede más opción lógica que tirarte su sucio dinero a la cara sin remordimientos.
¿Qué te propongo yo?
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Es ahí: