Hablamos de ti con el Inspector de Hacienda.
Fue durante el desayuno.
Ya sabes que los funcionarios desayunan bien.
Y comentamos lo tuyo.
Que, bueno, ahí vas.
Tirando.
Unos meses bien. Otros meh. Otros regulín.
Y otros te planteas hacerte funcionario tú también y salir a desayunar dos horas cada día.
Que lo de la membresía, ahí está.
Que haces lo que puedes.
Y que qué más vas a hacer, pobre.
Al que hace lo que puede no se le puede exigir más, ¿no?
Frase típica de un imaginario colectivo basado en el subsidio y la precariedad emocional.
Luego, me comentó que a ti no te va a tocar.
Que no tienes mucho dónde rascar.
¿Ingresos? Sí, ahí están.
¿Gastos? Los justos, que no te puedes permitir invertir en avanzar.
¿Recurrencia? Poca. Más tiene él que tú.
También me contó que le gustaría conocerte.
Ya sabes, inspeccionarte un poco.
Pero que no le sales a cuenta.
Que prefiere centrarse en la gente que gana dinero de verdad.
Ahí sí disfruta el condenado.
Disfruta por lo del variable en función de las multas que ponga, digo.
Antes de irse me dijo otra cosa.
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