La diferencia entre tener una membresía y no tenerla
Te cuento una historia breve.
Esto son dos amigos.
No amigos cualquiera, bastante amigos.
Prácticamente amigos íntimos.
Los dos lanzan un negocio.
Tanto el uno como el otro son buenos en lo suyo y deciden dar el paso.
Su idea es trabajar y vivir de su propio esfuerzo y no mendigar por los sueños de otro.
Bien.
Ambos lanzan sendos negocios online.
Uno lanza un negocio de servicios, intercambiando tiempo por dinero.
El otro lanza una membresía con pago recurrente mensual.
Salseo.
Al cabo de seis meses se vuelven a encontrar.
A ver, que son muy amigos, pero de los de verdad.
De los que pueden estar meses sin hablar y es como si el tiempo no hubiera pasado.
Entonces.
Los dos amigos están contentos, a los dos les va bien, pero con algunos matices.
El amigo que presta servicios vive de ello, sin embargo, está todo el tiempo agobiado pensando en que debe captar a nuevos clientes.
Sufre por si el mes que viene facturará lo suficiente para pagar a sus siete empleados en nómina y el alquiler de la oficina en el centro de la ciudad.
Y lo más jodido es que sabe perfectamente que si quiere escalar el negocio, tiene que contratar a más personal y alquilar una oficina más grande.
Es lo que hay.
El otro amigo también está contento, le va bien y además vive más relajado.
Porque sabe que cuenta con un fijo mensual derivado de las suscripciones de sus clientes.
Es por ello que no necesita dedicar todos sus esfuerzos a captar más, y más, y más, lo cual le da paz mental.
Y sabe que puede escalar su membresía sin la necesidad de invertir en personal o quitarle horas a su familia.
Así es.
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