Lo que me pasó por dormir con el culo al aire en Alicante
Hace un par de findes estuve en Alicante.
Nunca había estado y me gustó.
¿Por qué me gustó Alicante?
Eso no viene al caso.
Bien.
A la vuelta a Madrid las pasé putas.
Ya en el AVE comencé a sentirme mal.
Mucho calor. Más de la cuenta.
Y no, no era porque la calefacción estuviera a tope.
Ni porque hubiera un pai-bon sentado a mi lado.
La fiebre hizo acto de presencia durante todo el trayecto.
Me fui al baño y tuve escalofríos.
Llegué a Atocha y el camino a casa se me hizo eterno.
Meterme en la cama significó el paraíso.
Paracetamol y a dormir.
Entonces.
Durante toda la semana estuve bastante jodido.
Un poco de fiebre, malestar y la garganta fatal.
Algo que, en alguien cómo yo que utiliza la voz para vender, ligar y vivir, que ya sabemos que es lo mismo, significa un serio problema.
Una jodienda.
Y nada.
Durante esos días no pude hacer mucho.
No pude currar demasiado.
Tampoco pude pensar en exceso.
Básicamente, me dediqué a descansar.
Imagínate.
Un autónomo sin poder trabajar durante una semana.
Qué putada, pensarás. ¿No?
Pues no.
Porque teniendo una membresía, estas cosas no afectan.
O por lo menos, no afectan tanto.
Las altas siguieron entrando.
Las renovaciones continuaron sucediéndose.
Sin mayor problema.
Aunque tú estés jodido por haber dormido con el culo al aire en Alicante.
La moraleja creo que está clara.
Y tengo algo para los que la han entendido: