Muy posiblemente todos te envidiarán por esto.
Es inevitable.
Quiero decir, cuándo alguien tiene éxito, no hay otra.
Forma parte de la condición humana. De sus luces y también de sus sombras.
La envidia está entre nosotros.
Entre los seres humanos, digo. Entre las IA, esas con las que trastean los niños que juegan a empresarios mayores haciendo copy paste de un contenido robótico que no conectaría ni con una ameba disecada, no.
Pero entre los seres humanos, existe.
He leído por ahí que la envidia es un “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee.”
Puta madre, pero, pero pongamos un ejemplo, que con ejemplos se entiende todo mejor:
Supongamos que tienes un negocio serio y que quieres hacerlo más rentable todavía.
Da igual el sector en el que estés.
Quiero decir, este ejemplo aplica tanto si eres coach, psicóloga, copywriter, médico, terapeuta, consultor, nutricionista, instructor de yoga, formador, artesana, entrenador personal, arquitecta o asesor financiero.
Entonces, que quieres crecer tu y vas y aprendes una estrategia de negocio de un millonario que sirve para vender servicios, infoproductos y también membresías.
Se trata de una estrategia sencilla de entender y de aplicar, que el propio millonario ha utilizado en montones de ocasiones facturando obscenidades.
Me refiero a cantidades que le abrirían las puertas de Andorra de par en par.
En ese punto, tras escuchar la estrategia del millonario, habría dos opciones:
La opción 1, la de la mayoría, sería cambiar la expresión facial poniendo cara de estreñido, pensando que eso no es posible, que su caso es muy concreto, su sector muy particular y que su cliente jamás aceptaría eso.
La opción 2, la de la minoría, sería cambiar la expresión facial poniendo cara de excitación pensando como cojones aplicar eso a tu negocio esta misma tarde.
Bueno, está clara la diferencia entre unos y otros.
No solo hablo de mentalidad. También de resultados.
Bueno, tengo una lista de correo.
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