Si vendes de todo, realmente no estás vendiendo nada (1/2)
Algunas verdades ofenden más que otras.
Y esta es de las que ofenden bastante.
Pero antes, déjame contarte algo.
Había una vez una membresía. Era elegante, bonita y llena de valor.
Elegante.
Bonita.
Llena de valor.
Todo el mundo le decía lo chula que era. Los terribles beneficios que los suscriptores obtendrían al suscribirse. Lo estupenda que sería la vida de su CEO bañándose en lingotes de oro puro de tropecientos quilates.
A priori, tenía todo para triunfar.
A priori, nada podía fallar.
¿Y qué pasó?
Pues que los apriorismos no sirven para nada si no se validan.
El Membership Site falló. El Membership Site no triunfó.
Porque pese a haber creado un negocio de membresía vistoso, con valor a raudales escondido tras la barrera de pago, el la propuesta tenía un gran problema:
No se diferenciaba de los demás.
Ofrecía una propuesta de valor genérica, muy similar a otros negocios del sector.
Ojo, valor había, de eso no cabe la menor duda. Pero el público objetivo al que iba dirigida la propuesta, no percibía ningún tipo de diferenciación a simple vista.
Vaya, que no sabía por qué debía suscribirse a esta membresía bonita, y no a la del vecino.
Total, eran iguales.
Y eso es de lo peor que le puede pasar a nuestro negocio.
Que, ante los ojos de nuestro target, parezcamos igual a nuestra competencia. Parezcamos lo mismo. Parezcamos uno más.
Porque si nos meten a todos en el mismo saco, ¿sabes qué decantará la balanza en su decisión de compra o suscripción?
El precio.
Y competir por precio ya te digo yo que es una ruina, a no ser que tengas tu sede en Shenzhen.
Entonces, ¿qué podemos hacer para salir del café para todos?
Pues mira, iba a contártelo hoy, pero este email se está haciendo algo largo.
Te lo cuento mañana, mientras tanto puedes ir echándole un vistazo a mi newsletter: