Siento ser yo quién te de esta mala noticia.
No venderás más por tu cara bonita.
No venderás más por tu logo, señorita.
No venderás más por hacer reels bailando, tocando o palmando.
Venderás más si haces lo de abajo.
No venderás más por las fotos de la web.
No venderás más por ser simpático.
No venderás más por poner precios bajos.
Venderás más si lees hasta el final.
No venderás más por perseguir clientes.
No venderás más por suplicar su atención.
No venderás más por mendigar su emoción.
Venderás más si atiendes hasta el último momento.
No venderás más por madrugar más que tu competencia.
No venderás más por adelantar en la M30 y llegar antes a la oficina.
No venderás más por currar hasta las mil y encontrártelos ya durmiendo.
Venderás más si prestas atención solo unas líneas más.
No venderás más por compartir en RRSS.
No venderás más por perderte en ese grupo de Telegram.
No venderás más por ir a dar palmas a ese evento presencial.
Venderás más en tres, dos uno.
Venderás más, única y exclusivamente, si pones límites a tus clientes.
Porque tu cliente no tiene ninguno.
La tensión de compra es una poderosa herramienta para poner límites.
Y una extraordinaria arma venta que muy pocos saben usar.
Bueno, tengo una lista de correo.
Todos los días escribo un email con consejos sobre cómo conseguir ingresos recurrentes con un negocio de membresía.
Si también te interesa recibirlos, apúntate justo aquí debajo: