Te quiero.
Quédate ahí, quietecito.
No vayas a arriesgar un puñado de lentejas, que más vale eso que nada.
Además, tampoco estás tan mal.
Date cuenta, tienes un techo y tres comidas al día.
Y, sobre todo, no te flipes, que en casa siempre fuimos clase trabajadora.
Anda, no seas naíf.
Mejor prepara una oposición que todo está muy jodido ahí afuera.
Y los que te dicen que no, vendehúmos.
¿Amancio? Explotador.
¿José Elías? Hijo de ricos.
¿Monge y Bravo? Fachas,
A ver, que todo esto te lo decimos por ti.
Porque te queremos.
Porque nos preocupamos por ti.
Porque queremos lo mejor para ti.
Porque no queremos que te la pegues.
Bien.
Tu entorno apaga tus deseos.
Tu entorno destruye tu fe.
Tu entorno liquida tu acción
Y esos tres elementos son lo único que necesitas para triunfar en esta vida.
Deseo. Fe. Y acción.
Elementos con los que casi nadie cuenta.
Por eso es tan fácil ser exitoso hoy en día.
Primero, desea algo obsesivamente.
Segundo, ten fe en que lo lograrás, como lo lograron otros muchos antes que tú.
Y tercero, actúa, actúa masivamente hasta que tus acciones te lleven directo a tu objetivo.
No hay más.
Sin embargo, casi nadie tiene esa mentalidad. Es más, tienen la opuesta y precisamente por eso te recomiendan justo lo contrario.
Que te estés quietecito, que no levantes el culo, que ya estás bien así.
Y te lo recomiendan porque te quieren.
Aunque yo, el mejor consejo que puedo darte es que, si tienes cerca alguien así, salgas de urgentemente de ahí.
Porque si sigues más tiempo subyugado a ese entorno, acabarás sin deseo de conseguir nada, sin fe en que es posible y sin tomar acción para alcanzarlo.
Porque estar cerca de gente a la que haces de espejo de sus miedos, sus inseguridades y sus frustraciones no puede más que llevarte directo al precipicio de la mediocridad.
Deseo. Fe. Y acción.
Y si la aplicación es la correcta, los resultados son inevitables.
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