Tu por qué no es suficiente.
Muchos de nosotros nos lanzamos a emprender para ayudar a los demás.
Sí, también para ganar dinero, no me he dado un golpe en la cabeza.
Pero en el fondo de nuestros corazones, late la intención de ayudar a otras personas, en muchos casos, en cuestiones que tienen que ver con algo que nos ha afectado personalmente.
Deseamos “devolver” al universo, ayudando a resolver un asunto que en su día nos jodió.
Pensamos, de forma un tanto ingenua, que el negocio nos permitirá ser mejores personas.
O, como mínimo, sentirnos mejor con nosotros mismos.
¿Problema?
Que, cuándo empezamos, no tenemos ni idea de negocios. Ni mucho menos, idea de generar beneficios.
Es decir, sabemos mucho de nuestra pasión, sabemos mucho sobre el porqué comenzamos ese negocio, pero nada tiene eso que ver con saber construir un negocio rentable.
Quiero decir, nada tiene eso que ver con tener la habilidad de hacer que el dinero se teletransporte de la cuenta de los clientes a la nuestra.
¿Resultado?
Frustración al canto.
Sin clientes no ayudas a nadie. Y si no ayudas a nadie, te sientes mal.
Es inevitable.
¿Es inevitable?
Rotundamente, no.
Puedes aprender a vender ese producto, ese servicio, esa membresía con la que ayudarás a otras personas a lograr sus objetivos de la misma forma que lo lograste tú.
Te diré más. No es que puedas. Es que debes.
Es tu obligación, y la mía también, como seres humanos de la tierra terrenal que somos.
Ahora bien, para aprender a vender, lo primero que necesitas es entender a tu cliente.
Comprender su marco de pensamiento y ser capaz de articular mensajes que impacten en su mente y en su tarjeta.
Bien.
Tengo una newsletter.
Todos los días escribo un nuevo consejo de negocio a los miles que están dentro.
Te lo digo por si te interesa aprender a vender.
Es ahí: